La arquitectura de hierro y cristal del siglo XIX revolucionó la construcción al permitir grandes espacios diáfanos gracias a la utilización de nuevos materiales como el hierro. Edificios emblemáticos como la Torre Eiffel en París y el Palacio de Cristal en Londres demostraron las posibilidades del hierro, allanando el camino para rascacielos y otros desarrollos arquitectónicos del siglo XX.