Un pastor llamado Remigio plantó 100 árboles, principalmente robles, cada día durante años en una región montañosa abandonada, transformando el paisaje árido en un floreciente bosque. Sus acciones revitalizaron la zona, atrayendo nuevos habitantes y fauna. Aunque su trabajo fue lento y solitario, Remigio demostró que un solo hombre puede crear un cambio positivo en el medio ambiente a través de pequeñas acciones continuadas.