El documento analiza los orígenes del cristianismo dentro de un contexto histórico marcado por la crisis del Imperio Romano, el judaísmo y las religiones mistéricas, destacando la influencia de figuras como Pablo de Tarso y Agustín de Hipona en la formación de la doctrina cristiana. También aborda la escolástica de Tomás de Aquino, quien integró la filosofía aristotélica con la fe cristiana, estableciendo la cooperación entre razón y fe en la búsqueda de la verdad. La obra enfatiza la importancia de la patrística y las herejías en la evolución del cristianismo durante sus inicios y el desarrollo posterior de sus doctrinas fundamentales.