UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADORFACULTAD DE FILOSOFÍA, LETRAS Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓNCIENCIAS DE LA EDUCACIÓN MENCIÓN INFORMÁTICAPOEMA PEDAGOGICO 1A. MANKARENKOJIMENEZ.J DARIO.JLEIME. L PEDRO. ASEMESTRE 2 INFORMATICAPARALELO 2
CONVERSACIÓN CON EL DELEGADO PROVINCIAL DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA En septiembre de 1920 me llamó el delegado provincial de Instrucción Pública.El delegado provincial de Instrucción Pública me acribillaba enojado con sus pequeños ojos negros, y, bajo los bigotes a lo Nietzsche, su boca expelía insultos contra toda nuestra casta pedagógica. Pero este delegado provincial de Instrucción Pública no tenía razón...El delegado provincial de Instrucción Pública dio un puñetazo sobre la mesa.De un cajón de la mesa sacó un paquete.
PRINCIPIO SIN GLORIA DE LA COLONIA GORKIA seis kilómetros de Poltava, sobre unas colinas arenosas, extendíase un bosque de pinos como de doscientas hectáreas, y por el lindero del bosque corría la carretera de Járkov, en la que brillaban, monótonos y pulcros, los guijarros.En el bosque había un prado de unas cuarenta hectáreas. En uno de sus ángulos se alzaban cinco cajas geométricas de ladrillos, que constituían todas juntas un cuadrilátero perfecto. Ésta era la nueva colonia para menores.La plazoleta arenosa del patio descendía hacia el extenso claro del bosque, hacia los juncos de un pequeño lago, en cuya orilla opuesta se hallaban las cercas y las jatas de un caserío de kulaks. Más allá del caserío se perfilaba en el cielo una hilera de viejos abedules y dos o tres tejados de bálago. Eso era todo.Antes de la Revolución, aquí había una colonia de menores. En 1917 la colonia se disolvió, dejando en pos de sí muy pocas huellas pedagógicas. A juzgar por estas huellas, conservadas en unos viejos y rotos cuadernos-diarios, los principales pedagogos eran celadores, probablemente suboficiales retirados, cuyas obligaciones consistían en vigilar cada paso de sus educandos, tanto durante el trabajo como durante el recreo, y en dormir por las noches junto a ellos en la habitación contigua. De lo que contaban los campesinos de la vecindad deduciase que la pedagogía de esos celadores no brillaba por ninguna complicación especial. Exteriormente se expresaba por un instrumento tan simple como el palo.
CARACTERÍSTICA DE LAS NECESIDADES PRIMORDIALESEn el terreno de la disciplina, el incidente con Zadórov había señalado un viraje. Y, en honor a la verdad, yo no me sentía atormentado por ningún remordimiento de conciencia. Sí, había abofeteado a un educando. Yo experimentaba toda la incongruencia pedagógica, toda la ilegalidad jurídica de aquel hecho, pero, al mismo tiempo, comprendía que la pureza de mis manos pedagógicas era un asunto secundario en comparación con la tarea planteada ante mí. Estaba resueltamente decidido a ser dictador, si no salía adelante con ningún otro sistema. Al cabo de cierto tiempo tuve un choque serio con Vólojov, que, estando de guardia, no había arreglado el dormitorio y se negó a hacerlo después de una observación mía. Sin embargo, es preciso señalar que yo no pensaba ni por un minuto haber hallado en la violencia un medio todopoderoso de pedagogía. El incidente con Zadórov me había costado más caro que al mismo Zadórov. Tenía miedo a lanzarme por el camino de la menor resistencia. Lidia Petrovna fue quien me condenó con más franqueza y más insistencia entre las educadoras.
OPERACIONES DE CARÁCTER INTERNOEn febrero desapareció de mi cajón un fajo entero de billetes: aproximadamente mi salario de seis meses.Por aquel tiempo en mi habitación estaban la oficina, la sala de los maestros, la contaduría y la caja, porque yo compaginaba en mi persona todas esas obligaciones. El fajo de billetes nuevecitos había desaparecido de mi cajón cerrado sin la menor huella de fractura.Por la noche hablé de ello con los muchachos y les pedí que me fuera reintegrado el dinero. Yo no estaba en condiciones de demostrar que había sido robado, y podrían acusarme libremente de malversación. Los muchachos me oyeron sombríos y se dispersaron. Después de la reunión, dos de ellos -Taraniets y Gud- se me acercaron en el patio oscuro cuando me dirigía a mi habitación. Gud era un adolescente pequeño y ágil.Gud miraba con el entrecejo fruncido a Taraniets. Por lo visto, no aprobaba plenamente su política.
ASUNTOS DE IMPORTANCIA ESTATALMientras nuestros colonos adoptaban una actitud casi de indiferencia respecto a las propiedades de la colonia, había fuerzas ajenas que les concedían profunda atención.El núcleo más importante de estas fuerzas se hallaba dislocado en la carretera principal de Járkov. Apenas había noche sin que alguien fuese desvalijado allí. Este tipo de asalto colectivo, por llamarlo así, casi nunca era sangriento. Los labriegos, ya recobrados del susto, acudían a la colonia después de permanecer en el lugar del robo todo el tiempo señalado por los desvalijadores y nos describían expresivamente el suceso. Yo reunía a mi ejército, lo armaba de estacas, empuñaba personalmente el revólver, nos dirigíamos a todo correr a la carretera y husmeábamos largo tiempo por el bosque. Pero sólo una vez nuestras pesquisas se vieron coronadas por el éxito: a media versta de la carretera descubrimos a un grupo de gente, agazapado tras un montón de nieve. Aunque respondieron con un disparo a los gritos de los muchachos y se dispersaron, conseguimos apresar a uno y traerlo a la colonia. No encontramos en su poder ni el retaco ni ningún objeto robado, y negaba todo lo divino y lo humano. Entregado por nosotros a los agentes de investigación criminal, resultó, sin embargo, un bandido famoso, y tras él fue detenida la banda entera. El Comité Ejecutivo Provincial expresó su gratitud a la colonia Gorki.Enviábamos a unas diez personas. A veces, yo también formaba parte del destacamento, ya que tenía un revólver. No podía confiárselo a cualquier muchacho, y, sin revólver, nuestro destacamento parecía débil. Tan sólo Zadórov recibía a veces el revólver y se lo colgaba orgullosamente sobre sus guiñapos.
LA CONQUISTA DEL TANQUE METÁLICOMientras tanto, nuestra colonia había comenzado a desarrollar poco a poco su historia material. La pobreza elevada al último extremo, los piojos y los pies helados no nos impedían soñar con un futuro mejor. Aunque los treinta años de nuestro Malish y nuestra vieja sembradora nos hacían confiar poco en el desarrollo de la agricultura, nuestros sueños se orientaron, precisamente, en esa dirección. Pero se trataba únicamente de sueños. El Malish era un motor tan poco adecuado para la agricultura, que sólo mentalmente se podía uno representar al Malish tirando de un arado. Además, en la colonia no sólo pasaban hambre los colonos: también la pasaba el Malish. Con un gran trabajo conseguíamos paja y, a veces, heno. Durante casi todo el invierno lo que hacíamos con el Malish, más que viajar, era sufrir, y a Kalina Ivánovich le dolía siempre el brazo derecho de agitar continuamente el látigo para amenazar al caballo, sin lo cual nuestro Malish se detenía por las buenas.Inesperadamente la suerte nos sonrió: recibimos una autorización para recoger leña de roble. Era preciso traerla directamente del lugar de la tala. Este lugar se hallaba en los límites de nuestro Soviet rural, pero nosotros, antes de ello, no habíamos andado nunca por allí.Nos pusimos de acuerdo con dos vecinos nuestros del caserío y nos dirigimos en sus trineos a ese país ignoto. Mientras los conductores de los trineos daban vueltas por el lugar de la tala, cargando gruesos troncos de roble y discutiendo si la carga se sostendría o no en los trineos durante el trayecto, Kalina Ivánovich y yo reparamos en una fila de álamos que se alzaban sobre los cañaverales de un río helado.
NO HAY PULGA MALATardamos bastante en traducir al lenguaje de los hechos nuestro entusiasmo por la conquista de la herencia de los hermanos Trepke. Diversas causas retrasaron la entrega del dinero y de los materiales. Pero el principal obstáculo era el Kolomak, un riachuelo pequeño, aunque maligno, que separaba nuestra colonia de la finca de los Trepke. Este río se condujo en abril como un representante muy respetable de los elementos naturales. Al principio, se desbordaba lento y tenaz, y después volvía con mayor lentitud aún a sus humildes riberas y dejaba a sus espaldas una nueva calamidad: un barro intransitable, por el que no podía pasar nadie.A principios de abril se escapó Vaska Poleschuk. No era un colono envidiable. En diciembre, me encontré con este cuadro en la delegación de Instrucción Pública: un grupo numeroso de gente rodeaba junto a una mesita a un chicuelo sucio y harapiento. La sección de deficientes le había reconocido como anormal y quería enviarle a una casa de atrasados mentales. El harapiento protestaba, llorando y gritando que él no estaba loco, que le habían llevado con artimañas a la ciudad cuando, en realidad, le habían prometido llevarle a una escuela de Krasnodar.
CARÁCTER Y CULTURALa llegada de nuevos colonos debilitó sensiblemente nuestra poco firme colectividad, y de nuevo adquirimos el aspecto de una cueva de malhechores.Nuestros primeros educandos se habían formalizado únicamente para las necesidades más imprescindibles. Los adeptos del anarquismo patrio eran todavía menos partidarios de someterse a cualquier orden. Debe hacerse constar, sin embargo, que en la colonia jamás volvieron a aparecer la franca resistencia y la grosería respecto al personal educativo. Cabe suponer que Zadórov, Burún, Taraniets y los demás supieron comunicar a los novatos la breve historia de los primeros días de la colonia Gorki. Tanto los nuevos colonos como los viejos demostraron siempre su convicción de que el personal educativo no era una fuerza hostil a ellos. La causa principal de esta convicción residía, sin género de dudas, en el trabajo de nuestros educadores, tan manifiestamente abnegado y difícil, que inspiraba un respeto natural. Por esto, los colonos, salvo alguna que otra rara excepción, estuvieron siempre en buenas relaciones con nosotros, aceptando la necesidad de trabajar y de estudiar en la escuela y comprendiendo con bastante claridad que todo ello se desprendía de nuestros intereses comunes. La pereza y la falta de voluntad de pasar privaciones revestían entre nosotros formas puramente zoológicas y jamás adquirieron la forma de una protesta.Durante el primer año nos abatía particularmente su continuo afán de reñir entre sí, la terrible debilidad de sus vínculos colectivos, que se rompían a cada momento y por cualquier nimiedad. Esto ocurría en grado considerable no ya por animadversión, sino por esa misma postura heroica, que no atenuaba ningún sentimiento político. Aunque bastantes muchachos habían estado en campos de clases hostiles, ninguno de ellos tenía la menor sensación de pertenecer a una u otra clase. Entre los educandos no había casi hijos de obreros. El proletariado era para ellos algo lejano e ignoto; la mayoría observaba un profundo desprecio por el trabajo campesino, desprecio que no se refería tanto al trabajo en sí como a la vida de los campesinos y a su sicología. Por lo tanto, les quedaba un amplio margen para toda clase de arbitrariedades, para la manifestación de una personalidad, que en su aislamiento llegaba al salvajismo.En cada jornada de mi vida de entonces había obligatoriamente fe, alegría y desesperación.
AÚN QUEDAN CABALLEROS EN UCRANIAUn domingo se embriagó Osadchi. Le trajeron a mi presencia porque estaba escandalizando en el dormitorio. Sentado en mi habitación, no cesaba de proferir tonterías de borracho ofendido. Era inútil hablar con él. Le dejé allí y le ordené que se acostara. Dócilmente se quedó dormido.Pero, al entrar en el dormitorio, noté olor a alcohol.Algunos días más tarde hubo nuevos casos de embriaguez en la colonia. Parte de los muchachos ebrios evitaban encontrarse conmigo; otros, arrepentidos en medio de su borrachera, acudían, por el contrario, a mí y, entre lágrimas, charlaban por los codos y me juraban afecto.No me ocultaron que les habían invitado en el caserío.Vólojov participaba en la operación sin entusiasmo. Todavía entonces me trataba con frialdad: la disciplina le era odiosa. Pero estaba entregado fielmente a Zadórov y le seguía sin comprobar ninguna cuestión de principio.Zadórov, como siempre, sonreía, tranquilo y seguro. Sabía hacerlo todo sin desgastar su personalidad y sin pulverizar ni un solo gramo de su ser. Y también yo, igual que siempre, no confiaba en nadie como en Zadórov: lo mismo ahora, sin perder su personalidad, sería capaz de efectuar cualquier proeza si la vida le llamaba a ella.
LOS ASCETAS DE LA EDUCACIÓN SOCIALISTALos ascetas de la educación socialista eran cinco, yo incluido. Nos llamó así un camarada. Nosotros mismos no nos llamamos nunca de tal modo. Al contrario, ni siquiera pensábamos que estuviésemos realizando una hazaña. No lo pensábamos cuando la colonia daba tan sólo sus primeros pasos ni lo pensamos más tarde, al cumplir la colonia el octavo aniversario de su nacimiento.Al hablarse de ascetismo, no se tenía únicamente en cuenta al personal de la colonia Gorki y por eso nosotros considerábamos en nuestro fuero interno esas palabras como una frase alada, imprescindible para el mantenimiento de la moral de los trabajadores de las casas y de las colonias de niños.Se podía decir todo lo que se quisiera acerca de cada uno de nuestros pasos: hasta tal punto eran casuales. No existía nada indiscutible en nuestro trabajo. Pero cuando empezábamos a discutir, la cosa era peor aún; de nuestros debates, ignoro por qué causa, no nacía la verdad.Teníamos únicamente dos cosas fuera de toda duda: nuestra firme resolución de no abandonar la causa, de llevarla hasta el final, aunque el final fuese triste. Y había, además, ese vivir cotidiano: entre nosotros, en la colonia y alrededor de nosotros.
LA SEMBRADORA TRIUNFALCada día era más evidente que la vida en la primera colonia estaba llena de dificultades para nosotros. Nuestras miradas se volvían con más y más frecuencia a la segunda colonia, allí donde, a orillas del Kolomak, los jardines florecían opulentos en primavera y brillaba lustrosa la grasienta tierra negra.No obstante, la reparación de la segunda colonia avanzaba con extraordinaria lentitud. Los carpinteros, que cobraban una miseria por su trabajo, eran capaces de construir jatas aldeanas, pero les intimidaba cualquier techumbre un poco complicada. Nos era imposible conseguir cristales a ningún precio y, además, carecíamos de dinero. A pesar de todo, dos o tres edificios grandes quedaron reparados ya para finales del verano, aunque no se podía vivir en ellos por la falta de cristales. Conseguimos reparar también algunos pequeños pabellones, pero allí vivían los carpinteros, los albañiles, los fumistas, los guardias. No valía la pena de trasladar a los muchachos, porque, sin talleres y sin una tierra aneja, no tenían nada que hacer.El camino de los peatones hacia la segunda colonia pasaba por el Kolomak. Era preciso cruzar el río. Habíamos organizado en el Kolomak nuestra propia barca, y siempre había allí algún colono encargado de ella. Yendo a la segunda colonia con carga o a caballo, había que dar un rodeo por el puente de Gonchárovka. También para nosotros la única salida estaba en iniciar lo antes posible el trabajo práctico en la tierra.En verano llegaron los agrimensores para deslindar la tierra, pero tuvieron miedo a salir al campo con los instrumentos y se limitaron a señalarnos en el mapa las zanjas, los hoyos y los matorrales que debían servirnos de referencia para nuestra tierra. Con el acta de los agrimensores en el bolsillo, me dirigí a Gonchárovka, acompañado de algunos muchachos mayores.
BRÁTCHENKO Y EL COMISARIO REGIONAL DE ABASTOSEl desarrollo de nuestra hacienda seguía un camino lleno de milagros y de sufrimientos. De milagro consiguió Kalina Ivánovich, a fuerza de súplicas, una vaca vieja, que, según las palabras del propio Kalina Ivánovich, era estéril por naturaleza; de milagro también obtuvo en una institución ultra bien organizada, distante de nosotros, una yegua negra, no más joven que la vaca, barriguda, epiléptica y perezosa; de milagro, aparecieron bajo nuestros cobertizos carros, carretas y hasta un faetón. El faetón debía ser tirado por dos caballos y, para nuestros gustos de entonces, era bonito y cómodo, pero ningún milagro nos ayudó a encontrar el correspondiente par de caballos.Antón Brátchenko, extraordinariamente aficionado a toda clase de lucha, sabía mantener un duelo verbal con cualquier enemigo. Para ello disponía de una reserva considerable de palabrotas, comparaciones ofensivas y recursos mímicos.Rodeaba siempre a Antón un séquito constituido por dos o tres muchachos, que estaban tan enamorados de Antón como él lo estaba de los caballos. Brátchenko les hacía observar una disciplina muy rigurosa, y, por ello, en la cuadra reinaba siempre un orden ejemplar: los carros se hallaban perfectamente alineados, los arneses colgaban en sus lugares, sobre las cabezas de los caballos pendían urracas disecadas , los caballos estaban limpios, peinadas las crines y las colas trenzadas.
OSADCHIEn el invierno y en la primavera de 1922 hubo terribles explosiones en la colonia Gorki. Estas explosiones sucedíanse casi sin interrupción, y actualmente se funden en mi memoria como una madeja común de infortunios.Sin embargo, esos días, aun con todo su dramatismo, eran días de auge tanto de nuestra economía como de nuestra salud. No puedo explicar ahora cómo se compaginaban lógicamente estos fenómenos, pero se compaginaban. El día corriente de la colonia era también entonces un día magnífico, lleno de trabajo, de confianza, de humano sentimiento de camaradería, y siempre había risas, bromas, entusiasmo y un ambiente general sano y animoso. Pero no transcurría ni siquiera una semana sin que cualquier historia absurda nos lanzase a algún abismo profundo, a alguna cadena tan espantosa de acontecimientos, que casi perdíamos la noción normal de las cosas y nos transformábamos en seres enfermos, que veían el mundo a través de sus nervios excitados.Sin embargo, no se podía ocultar plenamente ante el personal pedagógico el ultraje continuo de todo un grupo de colonos, y llegó un instante en que dejó de ser un secreto para nadie el desenfreno antisemita a que había llegado la colonia. Se pudo establecer, además, la lista de los ofensores. Todos ellos eran viejos conocidos nuestros -Burún, Mitiaguin, Vólojov, Prijodko-, pero dos colonos, Osadchi y Taraniets, desempeñaban el papel principal.Hacía ya mucho tiempo que la viveza, el ingenio y la capacidad de organización habían promovido a Taraniets a la primera fila de los colonos, pero la llegada de muchachos mayores no le dejaba espacio libre. Ahora su tendencia al dominio había encontrado una válvula de escape en el atemorizamiento de los judíos y en su escarnio. Osadchi era un muchacho de dieciseis años, sombrío, tenaz, fuerte y excepcionalmente salvaje. Se enorgullecía de su pasado, pero no porque hallara en él ningún atractivo, sino por tesón, porque se trataba de su pasado y a nadie le importaba su vida.
BUENOS VECINOSNo sabíamos a dónde se había marchado Osadchi. Unos decían que se había ido a Tashkent, porque allí todo estaba barato y se podía vivir alegremente; otros aseguraban que Osadchi tenía un tío en nuestra ciudad, y los terceros rectificaban esta versión, diciendo que no era tío, sino un conocido, cochero de oficio.Yo no podía rehacerme después del nuevo derrumbamiento pedagógico. Los colonos me fastidiaban con sus preguntas sobre si sabía algo de Osadchi.En la colonia vibraba la vida. Yo sentía su pulso sano y animoso; bajo mi ventana resonaban bromas y travesuras en las horas libres (a todos, no sé por qué, les gustaba congregarse al pie de mi ventana); nadie se quejaba.Sí. Es decir, todo iba bien. Pero, ¡qué desorden, qué caos llenaba mi alma pedagógica! Un pensamiento me abrumaba: ¿sería posible que yo no encontrara la clave del secreto? Parecía que ya lo tenía entre las manos, que únicamente me faltaba asirlo. Los ojos de muchos colonos brillaban ya de un modo nuevo... y, de pronto, todo se venía lamentablemente abajo. ¿Sería posible que debiese comenzar de nuevo?Me indignaba la técnica pedagógica, tan mal organizada, y me indignaba también mi impotencia técnica.
EL NUESTRO ES EL MÁS GUAPOEn el invierno de 1922 había seis muchachas en la colonia. Por aquel entonces, Olia Vóronova había espigado y estaba verdaderamente hermosa. Los muchachos la admiraban en serio, pero Olia observaba con todos la misma actitud cariñosa e inaccesible, y solamente Burún era su amigo. Tras las amplias espaldas del muchacho, Olia no tenía miedo a nadie en la colonia y podía incluso contemplar desdeñosamente el enamoramiento de Prijodko, el muchacho más fuerte, más tonto y más torpe de la colonia. Burún no estaba enamorado. Lo que le unía a Olia era una auténtica amistad juvenil, y esta circunstancia había aumentado en mucho el respeto de que los dos gozaban entre los colonos. Hablando con propiedad, se trataba de una empresa desesperada, pero nuestras educadoras sentían vehementes deseos de tener a una alumna del Rabfak en la colonia. Aunque el objetivo era hermoso, Raísa reunía pocas condiciones para una causa tan noble. El verano íntegro estuvo preparándose, pero era preciso sentarla por la fuerza para que estudiara algo, porque Raísa no tenía el menor afán de instrucción.Raísa sonreía coqueta y soñadora en respuesta a todos esos sarcasmos, y, aunque no deseaba ingresar en el Rabfak, se sentía contenta: le agradaba la idea de ir a Kíev.Yo estaba de acuerdo con los muchachos.
HABERSUPEn la primavera cayó sobre nosotros una nueva plaga: el tifus exantemático. El primero que enfermó fue Kostia Vetkovski. No había médico en la colonia. Ekaterina Grigórievna, que en otro tiempo había asistido a un instituto de medicina, actuaba como médico en los casos imprescindibles en que era violento llamar a algún médico y no podíamos pasarnos sin él. Su especialidad en la colonia eran la sarna y la cura de urgencia en casos de quemadura, corte o golpe, así como en casos de heladuras de las extremidades inferiores durante el invierno, frecuentes por culpa de la imperfección de nuestro calzado. Me parece que ésas eran todas las dolencias que accedían a sufrir nuestros colonos, nada caracterizados por la inclinación a perder el tiempo con médicos y medicinas. Cuando, un día después, Vetkovski se agravó, le envolvimos en el edredón con que se cubría, le instalamos en el faetón y yo le conduje a la ciudad. En la sala de admisión del hospital había unas cuarenta personas paseando, tendidas en el suelo o quejándose. El médico tardaba en aparecer. Se veía que allí habían perdido la cabeza: la hospitalización de un enfermo en aquel establecimiento no auguraba nada bueno para él. En el campo, fuera de la ciudad, habían quedado después de la guerra unas veinte barracas de madera. Erré largo tiempo entre enfermeras, enfermos y sanitarios, que sacaban camillas tapadas con sábanas. Me dijeron que el enfermo debía ser admitido por el practicante de guardia, pero nadie sabía dónde estaba ni nadie quería buscarle.
SHARIN EN LA PICOTAEl castigo no hace más que educar esclavos, que se debía dar libre espacio al espíritu creador del niño y, sobre todo, que era preciso hacer hincapié en la auto organización y en la autodisciplina. También afirmé que era imposible fundamentar toda la educación en el interés, que la educación del sentimiento del deber se hallaba frecuentemente en contradicción con el interés del niño. A mi juicio, se imponía la educación de un ser resistente y fuerte, capaz de ejecutar incluso un trabajo desagradable y fastidioso si lo requerían los intereses de la colectividad.
LA FUSIÓN CON EL CAMPESINADOLa ayuda concedida por las instituciones provinciales se expresaba principalmente en la entrega de diversas autorizaciones para recoger materiales de construcción. Con estas autorizaciones teníamos que ir a otras ciudades: Kíev, Járkov. Allí consideraban altivamente nuestros papeles, y unas veces nos daban un diez por ciento de los materiales solicitados y otras veces no nos daban nada. La falta de dinero nos colocaba en una situación sumamente embarazosa en el capítulo de la mano de obra: casi no podíamos contar con obreros asalariados. Con ayuda de un artel efectuábamos únicamente los trabajos de carpintería.
JUEGO DE PRENDAS	Esto ocurrió a principios del verano de 1922. En la colonia se había dejado ya de hablar del delito de Prijodko. Fuertemente apaleado por los colonos, Prijodko había tenido que guardar cama mucho tiempo y nosotros no le atosigamos con ninguna clase de preguntas. De pasada supe que no había nada de extraordinario en sus hazañas. No se le encontró ningún arma. No obstante, Prijodko era un auténtico bandido. Toda la catástrofe ocurrida en mi despacho, su propia desgracia no produjeron en él la menor impresión. También en el futuro debería causar a la colonia muchos padecimientos. Pero, al mismo tiempo, era fiel, a su manera, a la colonia, y todo enemigo de ella no podía estar seguro de que no cayera sobre su cabeza una pesada palanca o un hacha.
SOBRE LO VIVO Y LO MUERTO	En la primavera las cuestiones del material de trabajo nos colocaron entre la espada y la pared. El Malish y la Banditka no servían para nada: con ellos era imposible trabajar. Todos los días, desde por la mañana, Kalina Ivánovich pronunciaba en la cuadra discursos contrarrevolucionarios, acusando al Poder soviético de desorden y de implacabilidad en el trato     de losa animales 	Si te dedicas a organizar una economía, hay que procurar ganado de labor y no atormentar a bestias irracionales. En teoría, esto, claro está, es un caballo, pero, prácticamente, se cae y da lástima verlo, y ni hablar de trabajar.
UNOS VIEJOS DAÑINOSEra deliciosa la colonia en las noches de verano. Amplio y dulce, extendíase el cielo palpitante de vida; en el crepúsculo se diluía el lindero del bosque; las siluetas de los girasoles al borde de las huertas reposaban después de la ardorosa jornada, y en los difusos contornos del anochecer se perdía la fresca y profunda pendiente que llevaba hacia el lago. En la terracilla de alguna casa había gente sentada, y, aunque se oía su diálogo incoherente, era difícil precisar quiénes eran y cuántos.	Entre los arbustos del viejo jardín se escucha la risa en explosiones de Olia Vóronova, le contesta como un eco la voz abaritonada y burlona de Burún, y luego nuevas risas, pero ahora ya no sólo de Olia, sino de todo un coro femenil, y después Burún echa a correr hacia el prado sujetando la gorra toda arrugada, y tras él un abigarrado y alegre tropel de muchachas. En el prado, Shelaputin, atraído por las risas, se detiene sin saber qué hacer: reírse o escapar, porque también él tiene viejas cuentas pendientes con las muchachas.
Amputación	Los muchachos no cumplieron su palabra. Ni Karabánov, ni Mitiaguin, ni los demás componentes del grupo cesaron sus incursiones por los sandiares ni sus atentados a las cuevas y las despensas de los campesinos. Por último, organizaron una empresa nueva, extraordinariamente complicada, que culminó en una verdadera cacofonía de cosas agradables y desagradables.	Una noche irrumpieron en el colmenar de Luká Semiónovich y se llevaron de él dos colmenas con la miel y las abejas. Los muchachos trajeron de noche las colmenas a la colonia y las instalaron en el taller de zapatería, que entonces no funcionaba. Para conmemorar el triunfo, celebraron un banquete, al que asistieron numerosos colonos. Por la mañana se hubiera podido hacer una relación exacta de los asistentes al banquete: todos ellos andaban por la colonia con la cara roja e hinchada. El propio Leshi tuvo que recurrir a la ayuda de Ekaterina Grigórievna.
SEMILLAS DE CALIDAD	La expulsión de Karabánov y Mitiaguin resultó una operación en extremo dolorosa. El hecho de haber sido expulsados los muchachos más destacados, que hasta entonces habían ejercido la mayor influencia sobre la colonia, privó a los colonos de una buena orientación.	Tanto Karabánov como Mitiaguin eran excelentes trabajadores. Karabánov sabía entregarse al trabajo con ímpetu y pasión, sabía encontrar alegría en el trabajo y transmitírsela a los demás. Chispas de energía y de inspiración irradiaban literalmente de sus manos. No hacía más que gruñir de tarde en tarde contra los haraganes y los flojos, pero eso bastaba para avergonzar al vago más declarado. En el trabajo, Mitiaguin era un excelente complemento de Karabánov. Sus movimientos se distinguían por lo suaves y felinos -auténticos movimientos de ladrón-, pero en todo tenía suerte, todo lo hacía bien, con una alegre bonachonería. Al mismo tiempo, los dos muchachos, sensibles en extremo, reaccionaban enérgicamente a cualquier irritación, a cualquier acontecimiento cotidiano de la colonia.
EL CALVARIO DE SEMIÓN	La actitud de los colonos con relación a Shere era, una actitud de entusiasmo contenido. Naturalmente, estaban seguros de que nuestro Shere era tan bueno sólo por ser nuestro y que en otro sitio valdría mucho menos. Este entusiasmo se expresaba en el reconocimiento tácito de su autoridad y en los interminables diálogos acerca de sus palabras, sus conocimientos, sus modales y su impermeabilidad a toda clase de sentimientos.Una vez tuvimos que instalar una estufa en el dormitorio de las muchachas. Encargamos una estufa redonda. El estufista había llegado casualmente a la colonia. Estuvo todo un día entre nosotros, reparó a alguien un fogón y la pared de la cochera. Tenía un aspecto divertido: todo redondo, calvo, y, al mismo tiempo, resplandeciente y dulzón. Salpicaba su conversación de interminables refranes y proverbios, y de sus palabras se deducía que en el mundo no había un constructor de estufas como él.
PEDAGOGIA DE MANDOSEn esta situación difícil, logramos, a pesar de todo, convencer a Shere, en una reunión general, de que redujese por algún tiempo los trabajos de transporte de estiércol, lo que nos permitió movilizar a los colonos más fuertes y mejor calzados para las faenas forestales. Constituimos un grupo de veinte muchachos, en el que entró todo nuestro activo: Burún, Belujin, Vérshnev, Vólojov, Osadchi, Chóbot y otros. Por la mañana llenaban de pan sus bolsillos y se pasaban el día entero trajinando en el bosque. Al anochecer, nuestro sendero empedrado se adornaba de montones de ramiza, y Antón, dando a su rostro una expresión desdeñosa, salía a buscarla con un par de trineos.Los muchachos regresaban hambrientos y alegres. Frecuentemente acompañaban su vuelta a la colonia de un juego original, en el que introducían algunos elementos de sus recuerdos bandidescos. Mientras Antón y dos muchachos más llenaban de ramaje los trineos, los otros se perseguían mutuamente por el bosque y todo ello era rematado por la lucha contra los bandidos y su captura.
LOS MONSTRUOS DE LA SEGUNDA COLONIA	Durante algún tiempo, los verdaderos estimuladores de esta vida fueron, a pesar de todo, los destacamentos mixtos de la primera colonia. Durante todo el día, se podía ver cómo por los tortuosos senderillos y los linderos entre la primera y la segunda colonia sucedíase casi ininterrumpidamente el movimiento de los destacamentos mixtos: unos destacamentos iban rápidamente a trabajar a la segunda colonia, otros regresaban a toda prisa a la primera para el almuerzo o la cena.	El destacamento mixto cubría rápidamente en fila india la distancia. La inventiva y la audacia de los muchachos no se arredraban ante la existencia de intereses particulares o de límites de propiedades privadas. Al principio, los dueños de los caseríos intentaron oponer algo a esa inventiva, pero después se convencieron de que era una empresa desesperada: los colonos controlaban, alegres e inflexibles, las diversas vías de comunicación que pasaban por los caseríos y las rectificaban insistentemente, tendiendo a un ideal realista: la línea recta. Allí donde la línea recta pasaba por alguna propiedad privada, había que efectuar algo más que un trabajo de superación geométrica; también era preciso neutralizar perros, cercas; empalizadas y portalones.
LA CONQUISTA DEL KOMSOMOL	En 1923 las marciales filas de los gorkianos se aproximaron a una nueva fortaleza, que, aunque parezca extraño, hubo que tomar por asalto: el Komsomol, la organización de las Juventudes Comunistas.	Incluso las primeras campañas de nuestros argonautas en busca de objetivos de orden estético como la investigación de las bellezas del elemento femenino local o la demostración de los propios adelantos en el dominio de los peinados, de las aposturas, de los modales y de las sonrisas, incluso estas primeras incursiones de los colonos en el mar campesino condujeron a una considerable extensión de las relaciones sociales. Precisamente, en esas aldeas los colonos conocieron a los komsomoles. Los campesinos de los caseríos constituían en aquella época una gran fuerza; tenían amistades en la ciudad, y para muchas personalidades urbanas su naturaleza de kulaks era -no se sabía por qué- un secreto. En esta lucha, los principales campos de batalla eran las oficinas de la ciudad y el arma fundamental, la pluma: por eso, los colonos no podían participar directamente en la lucha. Pero cuando terminó el asunto de la tierra y empezaron las complicadísimas operaciones del material agrícola, hubo para nuestros muchachos y para los del artel mucho trabajo interesante, que estrechó más aún su amistad.
COMIENZO DE LA MARCHA AL SON DE LAS FANFARRIASEn señal de protesta, Antón enganchó para el asunto del parto los caballos menos estimados y más lentos. Luego aseguró que el faetón estaba estropeado y enganchó la carreta, sentando a Soroka en el pescante, indicio inequívoco de que no se trataba de un viaje de gala.Pero cuando Antón se enfureció realmente fue el día en que Deriuchenko pidió caballos para ir en busca de la parturienta. No era un padre feliz: su primogénito, llamado prematuramente Tarás, vivió sólo una semana en la casa de maternidad y falleció sin haber añadido nada esencial a la historia de la raza cosaca. Deriuchenko manifestaba en su fisonomía un duelo completamente adecuado y se expresaba con cierta dejadez, pero, a pesar de ello, su dolor no llegaba a lo trágico, y Deriuchenko seguía hablando obstinadamente en ucraniano. En cambio, Brátchenko, a causa de su indignación y de la impotencia de su cólera, no encontraba palabras en ningún idioma, y de sus labios salían retazos poco comprensibles
Análisis de textoEl “Poema Pedagógico” es una obra de estilo novelístico con la característica de que está basada en hechos reales y no de ficción como pueden presentar algunas novelas. En ésta se nos presentan los diferentes métodos pedagógicos y no pedagógicos utilizados por Antón Makarenko. El autor nos cuenta paso a paso minuciosamente, la gran cantidad de problemas que deben solucionar los pedagogos de la colonia y en especial él mismo ya que es el director, dificultades éstas como: embarazos, robos, suicidios, peleas y un sinfín más de sucesos.
	La relación que guarda Makarenko con su obra es muy directa porque podemos apreciar durante el transcurso de la misma como se implica profundamente en ella intentando por todos los medios que sus colonos recibieran la tan ansiada educación socialista. El autor al principio de la obra no veía nada claro este proyecto, ya que sus seis primeros colonos presentaban un “pasotismo” muy descarado, entonces Makarenko comenzó a pensar que si tenía tantos problemas con seis adolescentes que haría cuando tuviera una multitud. Pero la solución la encontró un día en el cual le hartaron de tal manera que pegó a uno de ellos, hecho que produjo que los adolescentes tuvieran desde ese día un respeto especial hacia él, incluso podríamos decir que en algunos momentos hasta miedo.

Poema Pedagogico Jimenez Leime

  • 1.
    UNIVERSIDAD CENTRAL DELECUADORFACULTAD DE FILOSOFÍA, LETRAS Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓNCIENCIAS DE LA EDUCACIÓN MENCIÓN INFORMÁTICAPOEMA PEDAGOGICO 1A. MANKARENKOJIMENEZ.J DARIO.JLEIME. L PEDRO. ASEMESTRE 2 INFORMATICAPARALELO 2
  • 2.
    CONVERSACIÓN CON ELDELEGADO PROVINCIAL DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA En septiembre de 1920 me llamó el delegado provincial de Instrucción Pública.El delegado provincial de Instrucción Pública me acribillaba enojado con sus pequeños ojos negros, y, bajo los bigotes a lo Nietzsche, su boca expelía insultos contra toda nuestra casta pedagógica. Pero este delegado provincial de Instrucción Pública no tenía razón...El delegado provincial de Instrucción Pública dio un puñetazo sobre la mesa.De un cajón de la mesa sacó un paquete.
  • 3.
    PRINCIPIO SIN GLORIADE LA COLONIA GORKIA seis kilómetros de Poltava, sobre unas colinas arenosas, extendíase un bosque de pinos como de doscientas hectáreas, y por el lindero del bosque corría la carretera de Járkov, en la que brillaban, monótonos y pulcros, los guijarros.En el bosque había un prado de unas cuarenta hectáreas. En uno de sus ángulos se alzaban cinco cajas geométricas de ladrillos, que constituían todas juntas un cuadrilátero perfecto. Ésta era la nueva colonia para menores.La plazoleta arenosa del patio descendía hacia el extenso claro del bosque, hacia los juncos de un pequeño lago, en cuya orilla opuesta se hallaban las cercas y las jatas de un caserío de kulaks. Más allá del caserío se perfilaba en el cielo una hilera de viejos abedules y dos o tres tejados de bálago. Eso era todo.Antes de la Revolución, aquí había una colonia de menores. En 1917 la colonia se disolvió, dejando en pos de sí muy pocas huellas pedagógicas. A juzgar por estas huellas, conservadas en unos viejos y rotos cuadernos-diarios, los principales pedagogos eran celadores, probablemente suboficiales retirados, cuyas obligaciones consistían en vigilar cada paso de sus educandos, tanto durante el trabajo como durante el recreo, y en dormir por las noches junto a ellos en la habitación contigua. De lo que contaban los campesinos de la vecindad deduciase que la pedagogía de esos celadores no brillaba por ninguna complicación especial. Exteriormente se expresaba por un instrumento tan simple como el palo.
  • 4.
    CARACTERÍSTICA DE LASNECESIDADES PRIMORDIALESEn el terreno de la disciplina, el incidente con Zadórov había señalado un viraje. Y, en honor a la verdad, yo no me sentía atormentado por ningún remordimiento de conciencia. Sí, había abofeteado a un educando. Yo experimentaba toda la incongruencia pedagógica, toda la ilegalidad jurídica de aquel hecho, pero, al mismo tiempo, comprendía que la pureza de mis manos pedagógicas era un asunto secundario en comparación con la tarea planteada ante mí. Estaba resueltamente decidido a ser dictador, si no salía adelante con ningún otro sistema. Al cabo de cierto tiempo tuve un choque serio con Vólojov, que, estando de guardia, no había arreglado el dormitorio y se negó a hacerlo después de una observación mía. Sin embargo, es preciso señalar que yo no pensaba ni por un minuto haber hallado en la violencia un medio todopoderoso de pedagogía. El incidente con Zadórov me había costado más caro que al mismo Zadórov. Tenía miedo a lanzarme por el camino de la menor resistencia. Lidia Petrovna fue quien me condenó con más franqueza y más insistencia entre las educadoras.
  • 5.
    OPERACIONES DE CARÁCTERINTERNOEn febrero desapareció de mi cajón un fajo entero de billetes: aproximadamente mi salario de seis meses.Por aquel tiempo en mi habitación estaban la oficina, la sala de los maestros, la contaduría y la caja, porque yo compaginaba en mi persona todas esas obligaciones. El fajo de billetes nuevecitos había desaparecido de mi cajón cerrado sin la menor huella de fractura.Por la noche hablé de ello con los muchachos y les pedí que me fuera reintegrado el dinero. Yo no estaba en condiciones de demostrar que había sido robado, y podrían acusarme libremente de malversación. Los muchachos me oyeron sombríos y se dispersaron. Después de la reunión, dos de ellos -Taraniets y Gud- se me acercaron en el patio oscuro cuando me dirigía a mi habitación. Gud era un adolescente pequeño y ágil.Gud miraba con el entrecejo fruncido a Taraniets. Por lo visto, no aprobaba plenamente su política.
  • 6.
    ASUNTOS DE IMPORTANCIAESTATALMientras nuestros colonos adoptaban una actitud casi de indiferencia respecto a las propiedades de la colonia, había fuerzas ajenas que les concedían profunda atención.El núcleo más importante de estas fuerzas se hallaba dislocado en la carretera principal de Járkov. Apenas había noche sin que alguien fuese desvalijado allí. Este tipo de asalto colectivo, por llamarlo así, casi nunca era sangriento. Los labriegos, ya recobrados del susto, acudían a la colonia después de permanecer en el lugar del robo todo el tiempo señalado por los desvalijadores y nos describían expresivamente el suceso. Yo reunía a mi ejército, lo armaba de estacas, empuñaba personalmente el revólver, nos dirigíamos a todo correr a la carretera y husmeábamos largo tiempo por el bosque. Pero sólo una vez nuestras pesquisas se vieron coronadas por el éxito: a media versta de la carretera descubrimos a un grupo de gente, agazapado tras un montón de nieve. Aunque respondieron con un disparo a los gritos de los muchachos y se dispersaron, conseguimos apresar a uno y traerlo a la colonia. No encontramos en su poder ni el retaco ni ningún objeto robado, y negaba todo lo divino y lo humano. Entregado por nosotros a los agentes de investigación criminal, resultó, sin embargo, un bandido famoso, y tras él fue detenida la banda entera. El Comité Ejecutivo Provincial expresó su gratitud a la colonia Gorki.Enviábamos a unas diez personas. A veces, yo también formaba parte del destacamento, ya que tenía un revólver. No podía confiárselo a cualquier muchacho, y, sin revólver, nuestro destacamento parecía débil. Tan sólo Zadórov recibía a veces el revólver y se lo colgaba orgullosamente sobre sus guiñapos.
  • 7.
    LA CONQUISTA DELTANQUE METÁLICOMientras tanto, nuestra colonia había comenzado a desarrollar poco a poco su historia material. La pobreza elevada al último extremo, los piojos y los pies helados no nos impedían soñar con un futuro mejor. Aunque los treinta años de nuestro Malish y nuestra vieja sembradora nos hacían confiar poco en el desarrollo de la agricultura, nuestros sueños se orientaron, precisamente, en esa dirección. Pero se trataba únicamente de sueños. El Malish era un motor tan poco adecuado para la agricultura, que sólo mentalmente se podía uno representar al Malish tirando de un arado. Además, en la colonia no sólo pasaban hambre los colonos: también la pasaba el Malish. Con un gran trabajo conseguíamos paja y, a veces, heno. Durante casi todo el invierno lo que hacíamos con el Malish, más que viajar, era sufrir, y a Kalina Ivánovich le dolía siempre el brazo derecho de agitar continuamente el látigo para amenazar al caballo, sin lo cual nuestro Malish se detenía por las buenas.Inesperadamente la suerte nos sonrió: recibimos una autorización para recoger leña de roble. Era preciso traerla directamente del lugar de la tala. Este lugar se hallaba en los límites de nuestro Soviet rural, pero nosotros, antes de ello, no habíamos andado nunca por allí.Nos pusimos de acuerdo con dos vecinos nuestros del caserío y nos dirigimos en sus trineos a ese país ignoto. Mientras los conductores de los trineos daban vueltas por el lugar de la tala, cargando gruesos troncos de roble y discutiendo si la carga se sostendría o no en los trineos durante el trayecto, Kalina Ivánovich y yo reparamos en una fila de álamos que se alzaban sobre los cañaverales de un río helado.
  • 8.
    NO HAY PULGAMALATardamos bastante en traducir al lenguaje de los hechos nuestro entusiasmo por la conquista de la herencia de los hermanos Trepke. Diversas causas retrasaron la entrega del dinero y de los materiales. Pero el principal obstáculo era el Kolomak, un riachuelo pequeño, aunque maligno, que separaba nuestra colonia de la finca de los Trepke. Este río se condujo en abril como un representante muy respetable de los elementos naturales. Al principio, se desbordaba lento y tenaz, y después volvía con mayor lentitud aún a sus humildes riberas y dejaba a sus espaldas una nueva calamidad: un barro intransitable, por el que no podía pasar nadie.A principios de abril se escapó Vaska Poleschuk. No era un colono envidiable. En diciembre, me encontré con este cuadro en la delegación de Instrucción Pública: un grupo numeroso de gente rodeaba junto a una mesita a un chicuelo sucio y harapiento. La sección de deficientes le había reconocido como anormal y quería enviarle a una casa de atrasados mentales. El harapiento protestaba, llorando y gritando que él no estaba loco, que le habían llevado con artimañas a la ciudad cuando, en realidad, le habían prometido llevarle a una escuela de Krasnodar.
  • 9.
    CARÁCTER Y CULTURALallegada de nuevos colonos debilitó sensiblemente nuestra poco firme colectividad, y de nuevo adquirimos el aspecto de una cueva de malhechores.Nuestros primeros educandos se habían formalizado únicamente para las necesidades más imprescindibles. Los adeptos del anarquismo patrio eran todavía menos partidarios de someterse a cualquier orden. Debe hacerse constar, sin embargo, que en la colonia jamás volvieron a aparecer la franca resistencia y la grosería respecto al personal educativo. Cabe suponer que Zadórov, Burún, Taraniets y los demás supieron comunicar a los novatos la breve historia de los primeros días de la colonia Gorki. Tanto los nuevos colonos como los viejos demostraron siempre su convicción de que el personal educativo no era una fuerza hostil a ellos. La causa principal de esta convicción residía, sin género de dudas, en el trabajo de nuestros educadores, tan manifiestamente abnegado y difícil, que inspiraba un respeto natural. Por esto, los colonos, salvo alguna que otra rara excepción, estuvieron siempre en buenas relaciones con nosotros, aceptando la necesidad de trabajar y de estudiar en la escuela y comprendiendo con bastante claridad que todo ello se desprendía de nuestros intereses comunes. La pereza y la falta de voluntad de pasar privaciones revestían entre nosotros formas puramente zoológicas y jamás adquirieron la forma de una protesta.Durante el primer año nos abatía particularmente su continuo afán de reñir entre sí, la terrible debilidad de sus vínculos colectivos, que se rompían a cada momento y por cualquier nimiedad. Esto ocurría en grado considerable no ya por animadversión, sino por esa misma postura heroica, que no atenuaba ningún sentimiento político. Aunque bastantes muchachos habían estado en campos de clases hostiles, ninguno de ellos tenía la menor sensación de pertenecer a una u otra clase. Entre los educandos no había casi hijos de obreros. El proletariado era para ellos algo lejano e ignoto; la mayoría observaba un profundo desprecio por el trabajo campesino, desprecio que no se refería tanto al trabajo en sí como a la vida de los campesinos y a su sicología. Por lo tanto, les quedaba un amplio margen para toda clase de arbitrariedades, para la manifestación de una personalidad, que en su aislamiento llegaba al salvajismo.En cada jornada de mi vida de entonces había obligatoriamente fe, alegría y desesperación.
  • 10.
    AÚN QUEDAN CABALLEROSEN UCRANIAUn domingo se embriagó Osadchi. Le trajeron a mi presencia porque estaba escandalizando en el dormitorio. Sentado en mi habitación, no cesaba de proferir tonterías de borracho ofendido. Era inútil hablar con él. Le dejé allí y le ordené que se acostara. Dócilmente se quedó dormido.Pero, al entrar en el dormitorio, noté olor a alcohol.Algunos días más tarde hubo nuevos casos de embriaguez en la colonia. Parte de los muchachos ebrios evitaban encontrarse conmigo; otros, arrepentidos en medio de su borrachera, acudían, por el contrario, a mí y, entre lágrimas, charlaban por los codos y me juraban afecto.No me ocultaron que les habían invitado en el caserío.Vólojov participaba en la operación sin entusiasmo. Todavía entonces me trataba con frialdad: la disciplina le era odiosa. Pero estaba entregado fielmente a Zadórov y le seguía sin comprobar ninguna cuestión de principio.Zadórov, como siempre, sonreía, tranquilo y seguro. Sabía hacerlo todo sin desgastar su personalidad y sin pulverizar ni un solo gramo de su ser. Y también yo, igual que siempre, no confiaba en nadie como en Zadórov: lo mismo ahora, sin perder su personalidad, sería capaz de efectuar cualquier proeza si la vida le llamaba a ella.
  • 11.
    LOS ASCETAS DELA EDUCACIÓN SOCIALISTALos ascetas de la educación socialista eran cinco, yo incluido. Nos llamó así un camarada. Nosotros mismos no nos llamamos nunca de tal modo. Al contrario, ni siquiera pensábamos que estuviésemos realizando una hazaña. No lo pensábamos cuando la colonia daba tan sólo sus primeros pasos ni lo pensamos más tarde, al cumplir la colonia el octavo aniversario de su nacimiento.Al hablarse de ascetismo, no se tenía únicamente en cuenta al personal de la colonia Gorki y por eso nosotros considerábamos en nuestro fuero interno esas palabras como una frase alada, imprescindible para el mantenimiento de la moral de los trabajadores de las casas y de las colonias de niños.Se podía decir todo lo que se quisiera acerca de cada uno de nuestros pasos: hasta tal punto eran casuales. No existía nada indiscutible en nuestro trabajo. Pero cuando empezábamos a discutir, la cosa era peor aún; de nuestros debates, ignoro por qué causa, no nacía la verdad.Teníamos únicamente dos cosas fuera de toda duda: nuestra firme resolución de no abandonar la causa, de llevarla hasta el final, aunque el final fuese triste. Y había, además, ese vivir cotidiano: entre nosotros, en la colonia y alrededor de nosotros.
  • 12.
    LA SEMBRADORA TRIUNFALCadadía era más evidente que la vida en la primera colonia estaba llena de dificultades para nosotros. Nuestras miradas se volvían con más y más frecuencia a la segunda colonia, allí donde, a orillas del Kolomak, los jardines florecían opulentos en primavera y brillaba lustrosa la grasienta tierra negra.No obstante, la reparación de la segunda colonia avanzaba con extraordinaria lentitud. Los carpinteros, que cobraban una miseria por su trabajo, eran capaces de construir jatas aldeanas, pero les intimidaba cualquier techumbre un poco complicada. Nos era imposible conseguir cristales a ningún precio y, además, carecíamos de dinero. A pesar de todo, dos o tres edificios grandes quedaron reparados ya para finales del verano, aunque no se podía vivir en ellos por la falta de cristales. Conseguimos reparar también algunos pequeños pabellones, pero allí vivían los carpinteros, los albañiles, los fumistas, los guardias. No valía la pena de trasladar a los muchachos, porque, sin talleres y sin una tierra aneja, no tenían nada que hacer.El camino de los peatones hacia la segunda colonia pasaba por el Kolomak. Era preciso cruzar el río. Habíamos organizado en el Kolomak nuestra propia barca, y siempre había allí algún colono encargado de ella. Yendo a la segunda colonia con carga o a caballo, había que dar un rodeo por el puente de Gonchárovka. También para nosotros la única salida estaba en iniciar lo antes posible el trabajo práctico en la tierra.En verano llegaron los agrimensores para deslindar la tierra, pero tuvieron miedo a salir al campo con los instrumentos y se limitaron a señalarnos en el mapa las zanjas, los hoyos y los matorrales que debían servirnos de referencia para nuestra tierra. Con el acta de los agrimensores en el bolsillo, me dirigí a Gonchárovka, acompañado de algunos muchachos mayores.
  • 13.
    BRÁTCHENKO Y ELCOMISARIO REGIONAL DE ABASTOSEl desarrollo de nuestra hacienda seguía un camino lleno de milagros y de sufrimientos. De milagro consiguió Kalina Ivánovich, a fuerza de súplicas, una vaca vieja, que, según las palabras del propio Kalina Ivánovich, era estéril por naturaleza; de milagro también obtuvo en una institución ultra bien organizada, distante de nosotros, una yegua negra, no más joven que la vaca, barriguda, epiléptica y perezosa; de milagro, aparecieron bajo nuestros cobertizos carros, carretas y hasta un faetón. El faetón debía ser tirado por dos caballos y, para nuestros gustos de entonces, era bonito y cómodo, pero ningún milagro nos ayudó a encontrar el correspondiente par de caballos.Antón Brátchenko, extraordinariamente aficionado a toda clase de lucha, sabía mantener un duelo verbal con cualquier enemigo. Para ello disponía de una reserva considerable de palabrotas, comparaciones ofensivas y recursos mímicos.Rodeaba siempre a Antón un séquito constituido por dos o tres muchachos, que estaban tan enamorados de Antón como él lo estaba de los caballos. Brátchenko les hacía observar una disciplina muy rigurosa, y, por ello, en la cuadra reinaba siempre un orden ejemplar: los carros se hallaban perfectamente alineados, los arneses colgaban en sus lugares, sobre las cabezas de los caballos pendían urracas disecadas , los caballos estaban limpios, peinadas las crines y las colas trenzadas.
  • 14.
    OSADCHIEn el inviernoy en la primavera de 1922 hubo terribles explosiones en la colonia Gorki. Estas explosiones sucedíanse casi sin interrupción, y actualmente se funden en mi memoria como una madeja común de infortunios.Sin embargo, esos días, aun con todo su dramatismo, eran días de auge tanto de nuestra economía como de nuestra salud. No puedo explicar ahora cómo se compaginaban lógicamente estos fenómenos, pero se compaginaban. El día corriente de la colonia era también entonces un día magnífico, lleno de trabajo, de confianza, de humano sentimiento de camaradería, y siempre había risas, bromas, entusiasmo y un ambiente general sano y animoso. Pero no transcurría ni siquiera una semana sin que cualquier historia absurda nos lanzase a algún abismo profundo, a alguna cadena tan espantosa de acontecimientos, que casi perdíamos la noción normal de las cosas y nos transformábamos en seres enfermos, que veían el mundo a través de sus nervios excitados.Sin embargo, no se podía ocultar plenamente ante el personal pedagógico el ultraje continuo de todo un grupo de colonos, y llegó un instante en que dejó de ser un secreto para nadie el desenfreno antisemita a que había llegado la colonia. Se pudo establecer, además, la lista de los ofensores. Todos ellos eran viejos conocidos nuestros -Burún, Mitiaguin, Vólojov, Prijodko-, pero dos colonos, Osadchi y Taraniets, desempeñaban el papel principal.Hacía ya mucho tiempo que la viveza, el ingenio y la capacidad de organización habían promovido a Taraniets a la primera fila de los colonos, pero la llegada de muchachos mayores no le dejaba espacio libre. Ahora su tendencia al dominio había encontrado una válvula de escape en el atemorizamiento de los judíos y en su escarnio. Osadchi era un muchacho de dieciseis años, sombrío, tenaz, fuerte y excepcionalmente salvaje. Se enorgullecía de su pasado, pero no porque hallara en él ningún atractivo, sino por tesón, porque se trataba de su pasado y a nadie le importaba su vida.
  • 15.
    BUENOS VECINOSNo sabíamosa dónde se había marchado Osadchi. Unos decían que se había ido a Tashkent, porque allí todo estaba barato y se podía vivir alegremente; otros aseguraban que Osadchi tenía un tío en nuestra ciudad, y los terceros rectificaban esta versión, diciendo que no era tío, sino un conocido, cochero de oficio.Yo no podía rehacerme después del nuevo derrumbamiento pedagógico. Los colonos me fastidiaban con sus preguntas sobre si sabía algo de Osadchi.En la colonia vibraba la vida. Yo sentía su pulso sano y animoso; bajo mi ventana resonaban bromas y travesuras en las horas libres (a todos, no sé por qué, les gustaba congregarse al pie de mi ventana); nadie se quejaba.Sí. Es decir, todo iba bien. Pero, ¡qué desorden, qué caos llenaba mi alma pedagógica! Un pensamiento me abrumaba: ¿sería posible que yo no encontrara la clave del secreto? Parecía que ya lo tenía entre las manos, que únicamente me faltaba asirlo. Los ojos de muchos colonos brillaban ya de un modo nuevo... y, de pronto, todo se venía lamentablemente abajo. ¿Sería posible que debiese comenzar de nuevo?Me indignaba la técnica pedagógica, tan mal organizada, y me indignaba también mi impotencia técnica.
  • 16.
    EL NUESTRO ESEL MÁS GUAPOEn el invierno de 1922 había seis muchachas en la colonia. Por aquel entonces, Olia Vóronova había espigado y estaba verdaderamente hermosa. Los muchachos la admiraban en serio, pero Olia observaba con todos la misma actitud cariñosa e inaccesible, y solamente Burún era su amigo. Tras las amplias espaldas del muchacho, Olia no tenía miedo a nadie en la colonia y podía incluso contemplar desdeñosamente el enamoramiento de Prijodko, el muchacho más fuerte, más tonto y más torpe de la colonia. Burún no estaba enamorado. Lo que le unía a Olia era una auténtica amistad juvenil, y esta circunstancia había aumentado en mucho el respeto de que los dos gozaban entre los colonos. Hablando con propiedad, se trataba de una empresa desesperada, pero nuestras educadoras sentían vehementes deseos de tener a una alumna del Rabfak en la colonia. Aunque el objetivo era hermoso, Raísa reunía pocas condiciones para una causa tan noble. El verano íntegro estuvo preparándose, pero era preciso sentarla por la fuerza para que estudiara algo, porque Raísa no tenía el menor afán de instrucción.Raísa sonreía coqueta y soñadora en respuesta a todos esos sarcasmos, y, aunque no deseaba ingresar en el Rabfak, se sentía contenta: le agradaba la idea de ir a Kíev.Yo estaba de acuerdo con los muchachos.
  • 17.
    HABERSUPEn la primaveracayó sobre nosotros una nueva plaga: el tifus exantemático. El primero que enfermó fue Kostia Vetkovski. No había médico en la colonia. Ekaterina Grigórievna, que en otro tiempo había asistido a un instituto de medicina, actuaba como médico en los casos imprescindibles en que era violento llamar a algún médico y no podíamos pasarnos sin él. Su especialidad en la colonia eran la sarna y la cura de urgencia en casos de quemadura, corte o golpe, así como en casos de heladuras de las extremidades inferiores durante el invierno, frecuentes por culpa de la imperfección de nuestro calzado. Me parece que ésas eran todas las dolencias que accedían a sufrir nuestros colonos, nada caracterizados por la inclinación a perder el tiempo con médicos y medicinas. Cuando, un día después, Vetkovski se agravó, le envolvimos en el edredón con que se cubría, le instalamos en el faetón y yo le conduje a la ciudad. En la sala de admisión del hospital había unas cuarenta personas paseando, tendidas en el suelo o quejándose. El médico tardaba en aparecer. Se veía que allí habían perdido la cabeza: la hospitalización de un enfermo en aquel establecimiento no auguraba nada bueno para él. En el campo, fuera de la ciudad, habían quedado después de la guerra unas veinte barracas de madera. Erré largo tiempo entre enfermeras, enfermos y sanitarios, que sacaban camillas tapadas con sábanas. Me dijeron que el enfermo debía ser admitido por el practicante de guardia, pero nadie sabía dónde estaba ni nadie quería buscarle.
  • 18.
    SHARIN EN LAPICOTAEl castigo no hace más que educar esclavos, que se debía dar libre espacio al espíritu creador del niño y, sobre todo, que era preciso hacer hincapié en la auto organización y en la autodisciplina. También afirmé que era imposible fundamentar toda la educación en el interés, que la educación del sentimiento del deber se hallaba frecuentemente en contradicción con el interés del niño. A mi juicio, se imponía la educación de un ser resistente y fuerte, capaz de ejecutar incluso un trabajo desagradable y fastidioso si lo requerían los intereses de la colectividad.
  • 19.
    LA FUSIÓN CONEL CAMPESINADOLa ayuda concedida por las instituciones provinciales se expresaba principalmente en la entrega de diversas autorizaciones para recoger materiales de construcción. Con estas autorizaciones teníamos que ir a otras ciudades: Kíev, Járkov. Allí consideraban altivamente nuestros papeles, y unas veces nos daban un diez por ciento de los materiales solicitados y otras veces no nos daban nada. La falta de dinero nos colocaba en una situación sumamente embarazosa en el capítulo de la mano de obra: casi no podíamos contar con obreros asalariados. Con ayuda de un artel efectuábamos únicamente los trabajos de carpintería.
  • 20.
    JUEGO DE PRENDAS Estoocurrió a principios del verano de 1922. En la colonia se había dejado ya de hablar del delito de Prijodko. Fuertemente apaleado por los colonos, Prijodko había tenido que guardar cama mucho tiempo y nosotros no le atosigamos con ninguna clase de preguntas. De pasada supe que no había nada de extraordinario en sus hazañas. No se le encontró ningún arma. No obstante, Prijodko era un auténtico bandido. Toda la catástrofe ocurrida en mi despacho, su propia desgracia no produjeron en él la menor impresión. También en el futuro debería causar a la colonia muchos padecimientos. Pero, al mismo tiempo, era fiel, a su manera, a la colonia, y todo enemigo de ella no podía estar seguro de que no cayera sobre su cabeza una pesada palanca o un hacha.
  • 21.
    SOBRE LO VIVOY LO MUERTO En la primavera las cuestiones del material de trabajo nos colocaron entre la espada y la pared. El Malish y la Banditka no servían para nada: con ellos era imposible trabajar. Todos los días, desde por la mañana, Kalina Ivánovich pronunciaba en la cuadra discursos contrarrevolucionarios, acusando al Poder soviético de desorden y de implacabilidad en el trato de losa animales Si te dedicas a organizar una economía, hay que procurar ganado de labor y no atormentar a bestias irracionales. En teoría, esto, claro está, es un caballo, pero, prácticamente, se cae y da lástima verlo, y ni hablar de trabajar.
  • 22.
    UNOS VIEJOS DAÑINOSEradeliciosa la colonia en las noches de verano. Amplio y dulce, extendíase el cielo palpitante de vida; en el crepúsculo se diluía el lindero del bosque; las siluetas de los girasoles al borde de las huertas reposaban después de la ardorosa jornada, y en los difusos contornos del anochecer se perdía la fresca y profunda pendiente que llevaba hacia el lago. En la terracilla de alguna casa había gente sentada, y, aunque se oía su diálogo incoherente, era difícil precisar quiénes eran y cuántos. Entre los arbustos del viejo jardín se escucha la risa en explosiones de Olia Vóronova, le contesta como un eco la voz abaritonada y burlona de Burún, y luego nuevas risas, pero ahora ya no sólo de Olia, sino de todo un coro femenil, y después Burún echa a correr hacia el prado sujetando la gorra toda arrugada, y tras él un abigarrado y alegre tropel de muchachas. En el prado, Shelaputin, atraído por las risas, se detiene sin saber qué hacer: reírse o escapar, porque también él tiene viejas cuentas pendientes con las muchachas.
  • 23.
    Amputación Los muchachos nocumplieron su palabra. Ni Karabánov, ni Mitiaguin, ni los demás componentes del grupo cesaron sus incursiones por los sandiares ni sus atentados a las cuevas y las despensas de los campesinos. Por último, organizaron una empresa nueva, extraordinariamente complicada, que culminó en una verdadera cacofonía de cosas agradables y desagradables. Una noche irrumpieron en el colmenar de Luká Semiónovich y se llevaron de él dos colmenas con la miel y las abejas. Los muchachos trajeron de noche las colmenas a la colonia y las instalaron en el taller de zapatería, que entonces no funcionaba. Para conmemorar el triunfo, celebraron un banquete, al que asistieron numerosos colonos. Por la mañana se hubiera podido hacer una relación exacta de los asistentes al banquete: todos ellos andaban por la colonia con la cara roja e hinchada. El propio Leshi tuvo que recurrir a la ayuda de Ekaterina Grigórievna.
  • 24.
    SEMILLAS DE CALIDAD Laexpulsión de Karabánov y Mitiaguin resultó una operación en extremo dolorosa. El hecho de haber sido expulsados los muchachos más destacados, que hasta entonces habían ejercido la mayor influencia sobre la colonia, privó a los colonos de una buena orientación. Tanto Karabánov como Mitiaguin eran excelentes trabajadores. Karabánov sabía entregarse al trabajo con ímpetu y pasión, sabía encontrar alegría en el trabajo y transmitírsela a los demás. Chispas de energía y de inspiración irradiaban literalmente de sus manos. No hacía más que gruñir de tarde en tarde contra los haraganes y los flojos, pero eso bastaba para avergonzar al vago más declarado. En el trabajo, Mitiaguin era un excelente complemento de Karabánov. Sus movimientos se distinguían por lo suaves y felinos -auténticos movimientos de ladrón-, pero en todo tenía suerte, todo lo hacía bien, con una alegre bonachonería. Al mismo tiempo, los dos muchachos, sensibles en extremo, reaccionaban enérgicamente a cualquier irritación, a cualquier acontecimiento cotidiano de la colonia.
  • 25.
    EL CALVARIO DESEMIÓN La actitud de los colonos con relación a Shere era, una actitud de entusiasmo contenido. Naturalmente, estaban seguros de que nuestro Shere era tan bueno sólo por ser nuestro y que en otro sitio valdría mucho menos. Este entusiasmo se expresaba en el reconocimiento tácito de su autoridad y en los interminables diálogos acerca de sus palabras, sus conocimientos, sus modales y su impermeabilidad a toda clase de sentimientos.Una vez tuvimos que instalar una estufa en el dormitorio de las muchachas. Encargamos una estufa redonda. El estufista había llegado casualmente a la colonia. Estuvo todo un día entre nosotros, reparó a alguien un fogón y la pared de la cochera. Tenía un aspecto divertido: todo redondo, calvo, y, al mismo tiempo, resplandeciente y dulzón. Salpicaba su conversación de interminables refranes y proverbios, y de sus palabras se deducía que en el mundo no había un constructor de estufas como él.
  • 26.
    PEDAGOGIA DE MANDOSEnesta situación difícil, logramos, a pesar de todo, convencer a Shere, en una reunión general, de que redujese por algún tiempo los trabajos de transporte de estiércol, lo que nos permitió movilizar a los colonos más fuertes y mejor calzados para las faenas forestales. Constituimos un grupo de veinte muchachos, en el que entró todo nuestro activo: Burún, Belujin, Vérshnev, Vólojov, Osadchi, Chóbot y otros. Por la mañana llenaban de pan sus bolsillos y se pasaban el día entero trajinando en el bosque. Al anochecer, nuestro sendero empedrado se adornaba de montones de ramiza, y Antón, dando a su rostro una expresión desdeñosa, salía a buscarla con un par de trineos.Los muchachos regresaban hambrientos y alegres. Frecuentemente acompañaban su vuelta a la colonia de un juego original, en el que introducían algunos elementos de sus recuerdos bandidescos. Mientras Antón y dos muchachos más llenaban de ramaje los trineos, los otros se perseguían mutuamente por el bosque y todo ello era rematado por la lucha contra los bandidos y su captura.
  • 27.
    LOS MONSTRUOS DELA SEGUNDA COLONIA Durante algún tiempo, los verdaderos estimuladores de esta vida fueron, a pesar de todo, los destacamentos mixtos de la primera colonia. Durante todo el día, se podía ver cómo por los tortuosos senderillos y los linderos entre la primera y la segunda colonia sucedíase casi ininterrumpidamente el movimiento de los destacamentos mixtos: unos destacamentos iban rápidamente a trabajar a la segunda colonia, otros regresaban a toda prisa a la primera para el almuerzo o la cena. El destacamento mixto cubría rápidamente en fila india la distancia. La inventiva y la audacia de los muchachos no se arredraban ante la existencia de intereses particulares o de límites de propiedades privadas. Al principio, los dueños de los caseríos intentaron oponer algo a esa inventiva, pero después se convencieron de que era una empresa desesperada: los colonos controlaban, alegres e inflexibles, las diversas vías de comunicación que pasaban por los caseríos y las rectificaban insistentemente, tendiendo a un ideal realista: la línea recta. Allí donde la línea recta pasaba por alguna propiedad privada, había que efectuar algo más que un trabajo de superación geométrica; también era preciso neutralizar perros, cercas; empalizadas y portalones.
  • 28.
    LA CONQUISTA DELKOMSOMOL En 1923 las marciales filas de los gorkianos se aproximaron a una nueva fortaleza, que, aunque parezca extraño, hubo que tomar por asalto: el Komsomol, la organización de las Juventudes Comunistas. Incluso las primeras campañas de nuestros argonautas en busca de objetivos de orden estético como la investigación de las bellezas del elemento femenino local o la demostración de los propios adelantos en el dominio de los peinados, de las aposturas, de los modales y de las sonrisas, incluso estas primeras incursiones de los colonos en el mar campesino condujeron a una considerable extensión de las relaciones sociales. Precisamente, en esas aldeas los colonos conocieron a los komsomoles. Los campesinos de los caseríos constituían en aquella época una gran fuerza; tenían amistades en la ciudad, y para muchas personalidades urbanas su naturaleza de kulaks era -no se sabía por qué- un secreto. En esta lucha, los principales campos de batalla eran las oficinas de la ciudad y el arma fundamental, la pluma: por eso, los colonos no podían participar directamente en la lucha. Pero cuando terminó el asunto de la tierra y empezaron las complicadísimas operaciones del material agrícola, hubo para nuestros muchachos y para los del artel mucho trabajo interesante, que estrechó más aún su amistad.
  • 29.
    COMIENZO DE LAMARCHA AL SON DE LAS FANFARRIASEn señal de protesta, Antón enganchó para el asunto del parto los caballos menos estimados y más lentos. Luego aseguró que el faetón estaba estropeado y enganchó la carreta, sentando a Soroka en el pescante, indicio inequívoco de que no se trataba de un viaje de gala.Pero cuando Antón se enfureció realmente fue el día en que Deriuchenko pidió caballos para ir en busca de la parturienta. No era un padre feliz: su primogénito, llamado prematuramente Tarás, vivió sólo una semana en la casa de maternidad y falleció sin haber añadido nada esencial a la historia de la raza cosaca. Deriuchenko manifestaba en su fisonomía un duelo completamente adecuado y se expresaba con cierta dejadez, pero, a pesar de ello, su dolor no llegaba a lo trágico, y Deriuchenko seguía hablando obstinadamente en ucraniano. En cambio, Brátchenko, a causa de su indignación y de la impotencia de su cólera, no encontraba palabras en ningún idioma, y de sus labios salían retazos poco comprensibles
  • 30.
    Análisis de textoEl“Poema Pedagógico” es una obra de estilo novelístico con la característica de que está basada en hechos reales y no de ficción como pueden presentar algunas novelas. En ésta se nos presentan los diferentes métodos pedagógicos y no pedagógicos utilizados por Antón Makarenko. El autor nos cuenta paso a paso minuciosamente, la gran cantidad de problemas que deben solucionar los pedagogos de la colonia y en especial él mismo ya que es el director, dificultades éstas como: embarazos, robos, suicidios, peleas y un sinfín más de sucesos.
  • 31.
    La relación queguarda Makarenko con su obra es muy directa porque podemos apreciar durante el transcurso de la misma como se implica profundamente en ella intentando por todos los medios que sus colonos recibieran la tan ansiada educación socialista. El autor al principio de la obra no veía nada claro este proyecto, ya que sus seis primeros colonos presentaban un “pasotismo” muy descarado, entonces Makarenko comenzó a pensar que si tenía tantos problemas con seis adolescentes que haría cuando tuviera una multitud. Pero la solución la encontró un día en el cual le hartaron de tal manera que pegó a uno de ellos, hecho que produjo que los adolescentes tuvieran desde ese día un respeto especial hacia él, incluso podríamos decir que en algunos momentos hasta miedo.