Desplazados pero no desesperados, los ucranianos afrontan el cuarto año de guerra a gran escala
Desplazados pero no desesperados, los ucranianos afrontan el cuarto año de guerra a gran escala

Svitlana (atrás, segunda a la izquierda) y su hermana Nadiia (atrás, segunda a la derecha) con sus seis hijos en su nuevo hogar cerca de Sumy, Ucrania.
La mortífera y destructiva guerra a gran escala en Ucrania sigue afectando a cada aspecto de la vida, destrozando hogares y comunidades, y forzando a que las personas se encuentren en un estado de ansiedad constante. Pero incluso cuando se está perdiendo tanto, la población ucraniana está encontrando formas de sobrevivir y reconstruir.
Las hermanas Nadiia Gryshyna y Svitlana Kartashova se quedaron sin hogar y sin dinero tras verse forzadas a huir al intensificarse los ataques cerca de su pueblo de Velyka Rybytsia, a orillas del río Psel, al noreste de Ucrania, a solo 5 kilómetros de la frontera rusa.
Las hermanas, madres solteras con un total de seis hijos entre las dos, vivían en casas contiguas en la misma carretera y cultivaban las tierras cercanas. Habían soportado años de hostilidades hasta el verano pasado, cuando los combates se acercaron demasiado y el peligro se hizo demasiado grande.
Cuando un proyectil alcanzó la casa de Nadiia – reventando las ventanas y dañando las puertas y el tejado – se quedaron valientemente e hicieron reparaciones, con la ayuda de Proliska, una organización local socia de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.

Trabajadores de la ONG Proliska, socia de ACNUR, realizan reparaciones de emergencia en una vivienda dañada en Zaporizhzhia, otra región de primera línea en Ucrania.
Dos semanas después, una enorme explosión sacudió sus hogares, cuenta Svitlana, de 36 años. “Todo empezó a las 4 de la mañana, justo cuando me preparaba para salir a trabajar. Le dije a Nadiia que teníamos que evacuar a los niños porque aquello no terminaría bien”.
“Nuestro pueblo está demasiado cerca de la línea de combate: todos los días nos bombardeaban”, añadió Nadiia, de 33 años. “Era demasiado para soportarlo. Esta vez comprendimos que teníamos que salvar a los niños. Quedarse ya no era opción”.
Proliska, socio de ACNUR, evacuó a Nadiia, Svitlana y sus seis hijos – de entre 8 y 15 años – a la ciudad de Sumy en minibús. Solo llevaban consigo sus documentos de identidad y las pocas pertenencias que podían transportar. “La evacuación fue muy dura para nosotros”, cuenta Nadiia. “Extrañamos mucho nuestro hogar. Extrañamos la sensación de estar en casa y cómo nos reuníamos en el jardín para tomar café y platicar”.
Sufrimiento incesante
Tres años después de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia – y 11 años desde el inicio de la guerra en el este y la ocupación de Crimea –, el conflicto, la destrucción y los desplazamientos siguen siendo una realidad cotidiana. Todas las personas se ven afectadas, viven con el miedo al próximo ataque y la incertidumbre sobre el futuro.
Se estima que 10,6 millones de ucranianos se han visto forzados a abandonar sus hogares en los últimos tres años, ya sea, como Nadiia y Svitlana, a otras partes del país o como refugiados a países de Europa y más allá. Aproximadamente un tercio de la población que aún vive en Ucrania – 12,7 millones de personas – necesita asistencia humanitaria. A medida que la guerra avanza, el sufrimiento es incesante.
Durante 2024, la ofensiva terrestre y los ataques aéreos de Rusia contra varias zonas fronterizas – incluida Sumy – provocaron un aumento de los desplazamientos, con unas 200.000 personas huyendo de sus hogares en las regiones de primera línea durante el segundo semestre del año pasado, de acuerdo con las autoridades locales.
Una oportunidad para empezar de nuevo
Tras evacuarlas a Sumy, ACNUR proporcionó a Nadiia y Svitlana dinero en efectivo para adquirir artículos de primera necesidad, como alimentos y medicinas, y les ayudó a conseguir espacio en un asentamiento colectivo, nombre que reciben los edificios públicos de toda Ucrania reutilizados para alojar a personas desplazadas, además de donarles mantas, colchones y kits de higiene. “Lo más importante es que estamos juntos y a salvo”, asegura Svitlana.

Nadiia y sus hijos en el asentamiento colectivo de Sumy donde vivían tras ser evacuados en agosto de 2024.
Las Naciones Unidas y sus socios hacen un llamamiento de 3.320 millones de dólares estadounidenses para financiar la respuesta humanitaria y para los refugiados en apoyo de los 8,2 millones de personas más gravemente afectadas por la guerra, tanto dentro de Ucrania como fuera de sus fronteras.
ACNUR necesita 550 millones de dólares estadounidenses para su labor dentro de Ucrania, que incluye ayudar a quienes han sido evacuados y a los nuevos desplazados a encontrar alojamiento, y proporcionar apoyo psicosocial y de emergencia a las familias directamente afectadas por la guerra.
“No es el momento de olvidar a los millones de ucranianos que se han visto forzados a huir de sus hogares y, para demasiados de ellos, de su país, declaró el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, tras una reciente visita a la región de Sumy, en primera línea del frente, durante la cual se reunió con Nadiia y Svitlana, así como con otras personas desplazadas por la fuerza.
Incluso durante un conflicto, y en particular después de sufrir un desplazamiento, vivir debe ser algo más que sobrevivir. El mes pasado, Nadiia y Svitlana dieron un paso crucial hacia un nuevo comienzo cuando se mudaron con sus hijos a una casa prefabricada hecha en Ucrania en un asentamiento establecido por ACNUR y las autoridades locales en un pueblo al sur de la ciudad de Sumy.
“Nos encanta nuestra nueva casa”, comenta Svitlana, quien celebra haber vuelto a tener su propio baño familiar, así como calefacción, electricidad fiable y muebles.
Con otras cuatro familias como vecinas y otras cinco que llegarán pronto, se está formando una comunidad asentada y resiliente. “No podemos volver [a nuestro pueblo] porque nuestras casas están destruidas, pero ahora tenemos un lugar donde podemos reconstruir nuestras vidas”, señala Svitlana.
Nadiia añade: “Como familia, tenemos la oportunidad de empezar de nuevo, después de pasar por tanto”.