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A medida que la crisis se intensifica, más personas se arriesgan a emprender peligrosos viajes marítimos desde Myanmar

Historias

A medida que la crisis se intensifica, más personas se arriesgan a emprender peligrosos viajes marítimos desde Myanmar

El intenso conflicto en el estado de Rakhine, en Myanmar, ha empeorado la difícil situación de la población rohingya, una minoría musulmana perseguida y apátrida, empujando a un número cada vez mayor de personas a huir en embarcaciones.
6 Febrero 2025 Disponible también en:
Un rescatista ayuda a los pasajeros a bajar de una embarcación abarrotada

Personal de ACNUR ayuda a personas refugiadas rohingyas a bajar de una embarcación en Aceh del Sur, Indonesia, en octubre de 2024, después de semanas en el mar.

Desde que la embarcación en la que viajaba llegó a una playa de Aceh Oriental, Indonesia hace un mes, Ali, de 30 años, se aloja en un lugar abarrotado con aproximadamente otras 380 personas apátridas refugiadas rohingyas que en los últimos meses se arriesgaron a realizar viajes marítimos similares. 

Está preocupado por sus padres y hermanos, quienes permanecen en el campamento de desplazados internos del estado occidental de Rakhine, en Myanmar, donde pasó los últimos 13 años. La vida ahí nunca fue fácil, pero desde finales de 2023, los residentes del campamento y las comunidades de todo el estado de Rakhine están pagando un alto precio en medio de un recrudecimiento del conflicto.

Cientos de civiles han muerto por bombardeos indiscriminados, bombardeos aéreos y minas terrestres, mientras que otros han sido reclutados a la fuerza, desplazados o privados de sus medios de vida, y bienes y servicios esenciales, como atención médica, alimentos y agua potable.

El conflicto también ha restringido gravemente la cantidad de ayuda humanitaria que ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y otras organizaciones humanitarias han podido hacer llegar a los campamentos de desplazados rohingyas como en el que vivía Ali. El acceso de la ayuda humanitaria a algunas partes del estado de Rakhine ha sido difícil desde que se reavivó el conflicto en noviembre de 2023, aunque los socios locales y los voluntarios siguen suministrando cierta ayuda. 

Dos semanas en el mar

La población rohingya se ha enfrentado durante mucho tiempo a la violencia y la discriminación en Myanmar, pero el conflicto actual ha reavivado las tensiones existentes desde hace tiempo entre las comunidades rohingya y rakhine. Salir del campamento para buscar trabajo o comida se convirtió en algo muy arriesgado, cuenta Ali. “A veces íbamos a la playa a pescar para ganar dinero... pero nos atrapaban y nos encarcelaban o incluso nos mataban. Durante un tiempo no tuvimos acceso al trabajo y la vida fue dura. No había oportunidades para ganarse la vida”.

Cuando se enteró de que otras personas del campamento planeaban escapar en un bote, decidió unirse a ellas, junto con su esposa y sus dos hijos, y su hermano pequeño.

El viaje duró dos semanas. “Muchos de nosotros estábamos muy enfermos en el barco, vomitábamos y teníamos diversos problemas de salud”, cuenta, y señala que de las 125 personas a bordo, 35 eran niñas y niños. “Después de 10 días, nos quedamos sin agua y sin comida”.

La embarcación llegó a la costa de Malasia justo cuando se quedaba sin provisiones, pero Ali relata que la Marina malasia les impidió llegar a tierra y empujó la embarcación de vuelta al mar. Cuando intentaron acercarse a Tailandia, volvieron a ser bloqueados.

La embarcación llegó finalmente a la costa de la provincia indonesia de Aceh el 5 de enero. Ali y los demás pasajeros llegaron a tierra y se sentaron en la playa hasta que fueron descubiertos por habitantes de la zona, quienes contactaron a las autoridades.

“Nunca recomendaría a nadie que hiciera el viaje en bote hasta aquí”, asegura ahora. “Me enfrenté a muchas dificultades que no podía imaginar”. 

Rutas cambiantes

A pesar de los riesgos, cada vez son más las personas rohingyas que emprenden viajes similares. El año pasado, más de 7.800 intentaron huir de Myanmar en embarcaciones – un aumento del 80 por ciento en comparación con 2023 –, de las cuales más de 650 murieron o desaparecieron. Otras 700 han tomado embarcaciones desde el inicio de este año.

Personas refugiadas que huyen de Myanmar en embarcaciones

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Mientras que en 2023 la mayoría de las embarcaciones partían de Bangladesh, que acoge a más de un millón de personas refugiadas rohingyas en los campamentos de Cox's Bazar, desde el año pasado la mayoría de las embarcaciones parten directamente de Myanmar.

País de salida por año

2022

Total: 3.705

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2023

Total: 4.338

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2024

Total: 9.195

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Además de adentrarse en el mar rumbo a Malasia, Tailandia, Indonesia e incluso Sri Lanka, en el último año miles de rohingyas también han intentado cruzar el río Naf para ponerse a salvo en Bangladesh. Entre ellos, Sadeqa Bibi, de 19 años, y su hijo de 2 años. Hasta 2024, ella y su esposo llevaban lo que ella describe como “una vida normal” en un pueblo cercano a la ciudad de Maungdaw, en Rakhine. Pero los precios de los alimentos empezaron a subir y se volvieron inasequibles y el 17 de junio, mientras se preparaban para cocinar carne para la comida del Eid al-Adha, empezaron a caer bombas sobre su aldea. Huyeron a Maungdaw, donde pasaron la noche, pero a la mañana siguiente una bomba impactó en la pared de la casa donde se alojaban, causando la muerte del esposo de Sadeqa y amputando la mano de su hermano.

Sadeqa y su hijo, junto con sus padres y hermanos menores, consiguieron embarcar en un bote que cruzaba el río Naf. “Había mucha gente en el río, más de 50 personas en un solo bote”, recuerda. “Entre ellas, unas 10 estaban muertas o al borde de la muerte por heridas de bala... Tras aguantar un día entero y una noche de hambre, por fin llegamos a tierra la tarde siguiente”.

Una mujer con un pañuelo rojo en la cabeza se sienta con un niño pequeño en su regazo a comer dulces

Sadeqa Bibi y su hijo de 2 años huyeron de Myanmar después de que su esposo muriera en un atentado con bomba.

Tras llegar a Bangladesh, Sadeqa y su familia se alojaron con unos parientes que vivían en uno de los campamentos y que compartieron con ellos lo poco que tenían. Pronto decidieron que no tenían más remedio que irse y abordaron una embarcación que pasó semanas en el mar. Sin comida ni agua suficientes, recurrieron a tomar agua de mar para sobrevivir y tres personas murieron. Cuando el barco llegó a la costa de Aceh del Sur el 18 de octubre, muchas de las 151 personas que quedaban a bordo estaban gravemente enfermas. Fueron necesarios varios días de esfuerzos de intercesión por parte de ACNUR y sus socios para que finalmente se permitiera desembarcar a Sadeqa y a los demás pasajeros. A pesar de su oposición inicial, la comunidad local donó alimentos, agua y ropa a las personas refugiadas.

“Habiendo pasado días en el agua, le pedíamos constantemente a Alá, preguntándole cuándo podríamos pisar tierra”, comenda Sadeqa. “Cuando [nos] rescataron y nos trajeron a la orilla, nos sentimos increíblemente agradecidos”.

Anhelando un futuro mejor

ACNUR colabora con el gobierno local y la Organización Internacional para las Migraciones en la gestión de siete asentamientos provisionales en Aceh y Sumatra Septentrional, donde se alojan las personas refugiadas rohingyas desde que llegaron en barco. Solamente dos de ellos, en Aceh, han sido designados por el gobierno como asentamientos formales con condiciones adecuadas. ACNUR proporciona alimentos a través de una organización local socia, así como seguridad, orientación y otros servicios de apoyo a los refugiados.

Una mujer con chaleco de ACNUR habla con otra mujer con mascarilla y una niña

Una funcionaria de ACNUR habla con dos refugiadas rohingyas en un asentamiento de Aceh del Sur.

Con las aguas más tranquilas entre los monzones y el continuo deterioro de la situación en Myanmar, se estima que más rohingyas se arriesgarán a realizar este tipo de viajes en las próximas semanas. ACNUR ha pedido a los Estados de la región que den prioridad a salvar vidas y garanticen que las medidas para controlar las fronteras no afectan al derecho de las personas a ponerse a salvo.

Ali está agradecido por la seguridad y el apoyo que ha recibido en Indonesia, pero el país no es parte de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y no permite que las personas refugiadas ejerzan su derecho al trabajo. Anhela ir a algún lugar donde pueda encontrar empleo y enviar a sus hijos a la escuela. “Quiero que mis hijos tengan una buena educación; no quiero que no tengan estudios como yo. Quiero que tengan un futuro brillante”.